De nuevo, parece la dinámica de la semana, me gustaría plasmar un momento, actividad y sorpresa de bajo coste. Algo que, en estos tiempos que estamos atravesando, nos pueda sacar de la monotonía de ir al trabajo, trabajar arduamente y, a veces, sin motivación ni sueldo, salir del trabajo, llegar a casa (porque poco más puedes hacer) y esperar que llegue mañana. Todo esto para el que tiene trabajo, claro...
Por mi parte, un poco lo anterior, otro poco de apatía por falta de trabajo y otro tanto por el desasosiego de la suma, han sido unos días bastantes duros e intranquilos. Ahora bien, hay algo que no puedo evitar, mi parte infantil y/u optimista, que me hace hablar con voces raras y dispares, hacer bastante el payaso, subir a las nubes o entrar en una burbuja ideada para momentos felices, ajenos a la economía, a los sucesos y a todo aquello que empaña el bienestar.
Nos encanta salir, descubrir lugares urbanos que desconocemos, ir a restaurantes coquetos y de buena cocina... En fin, pero ahora no se puede, o sí??? El caso es que, en una de esas ocasiones en que se me despierta la filosofía párvula del asombro, decidí provocar una noche mágica, distinta y, sobre todo, barata.
En nuestra pequeña burbuja, creamos un atractivo y original restaurante que nos hizo desconectar del mundanal ruido, asustar al desánimo, disfrutar del hogar y de nosotros mismos.
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