23 jun 2010

Nit de Sant Joan, del foc i de les bruixes

Pasados tres días del solsticio de verano en el hemisferio norte y de invierno en el hemisferio sur, cuentan que nació San Juan Bautista, quien preparó a la humanidad para la llegada de Jesús. Pero se podría decir que todo empezó hace muchos años antes, como 5.000, cuando se creyó que el Sol no volvería a brillar con la misma fuerza, porque a partir de hoy los días serían más cortos. Cuando nuestros antepasados, grandes observadores de las estrellas, ya bailaban en las hogueras para propiciar el renacimiento del sol. De ahí que, en la verbena de esa mágica noche, ya a las 12h, vengan a jugar a la Tierra poderosas energias solares. Los agricultores dan gracias por las horas de luz para sus cosechas y sus frutas. Las hadas y duendes andan sueltos por los campos. Las brujas dan rienda suelta a sus hechizos. Y los demás, lo celebran.

Aquella noche el ritual de Candela consistía en sentir a su amado con ella, con su tacto y con su aliento, aunque para ello tuviera que consolarse de su lejanía y de su silencio. Era una mujer menuda en tamaño, aunque de considerables curvas femeninas y rasgos faciales propios de su lugar de origen, una región de España denominada Andalucía. Tenía carácter, fuerza y una forma de vivir intrépida y valiente, que la había llevado hasta Inglaterra, generosa y entrañable, tanto que cuando menos lo esperaba se enamoró de William. Él era un soldado inglés que luchaba en la Guerra de Sucesión. Un hombre fornido, audaz en la batalla, escéptico y resignado a no conocer el amor. Receloso y ateo, no creía ni en la contienda que libraba por su país, sólo que hacerlo le mantenía vivo. Mucho menos creía en encantamientos y sortilegios, pero entonces se cruzó en su camino Candela.
Corría el mes de octubre, todavía hacía calor y William cabalgaba en su caballo por el bosque. El ocaso se empezaba a pronunciar cuando su corcel cayó en una trampa recóndita entre maleza y arbustos, quedando el jinete inconsciente. Éste despertó a los pocos minutos y se encontró con la hechicera que le preparaba un brebaje y algún mejunje a base de romero, tomillo y madreselva que después aplicaría con sus propias manos en las heridas de cabeza y brazos. Los ojos de ambos se miraron y por alguna extraña razón no podían dejar de hacerlo, hasta que la mano del soldado decidió acariciar el rostro suave y terso de la maga, y ella abrió su pequeña boca para decirle que llevaba delirando una semana y no lo que para él había sido un ligero vahído. Bastó ese momento para que se formara una luz incandescente, que penetraría en ambos para siempre.
Así pasaron las semanas, los meses entre idas y venidas y afloraron los sentimientos que ninguno esperaba pero los dos anhelaban, y una mañana de mediados de junio, de ese deseo y de esas miradas surgió el encuentro carnal del soldado y la bruja. A la semana siguiente él debía marchar al frente sin saber cuándo volvería y a ella, apartir de ahora, cada hora, cada día, cada semana se le haría una eternidad.
Era la vípera de San Juan, la noche para la magia y Candela decidió encender su propia fogata y bailar alrededor, conjurando la energía y el calor de William. Observó el paralelo más al norte, en el cual el Sol alcanza el cénit, para aprender cómo llegar a él...
Entonces sucedió, fue tal el fluir de su pasión y locura que resbaló, tropezó y cayó en la hoguera, siendo de las últimas mujeres quemadas en Inglaterra, esta vez por el azar o destino y no por su labor. Pero la vida les tenía una sorpresa preparada, porque en ese mismo momento, William caía muerto en la batalla y sus últimos pensamientos fueron para ella. De ahí partieron ambas luces y se encontraron dando paso a dos estrellas.

Esta noche, búscalas en el cielo y pide un deseo.

I vet aquí Sant Joan, vet aquí el foc, aquest conte ja s'ha fos.

1 comentario:

  1. que bonita historia! preciosa de verdad. gracias por este regalo que invita a domiar despiert@.
    de alguien que intenta sobrevivir en la batalla.

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