Ayer por la tarde no tenía planes y, después de dos intentos fallidos, me dispuse a quedar conmigo misma. Hacía tiempo que quería conocer un lugar atractivo para mí, cual Cementerio de los Libros Olvidados, un espacio donde combinan misterio y belleza, el Museo del Perfume.
Una galería de arte, una exposición de talento y pasión por el mundo del perfume y los diseños de sus recipientes, cuya evolución cronológica y geográfica queda exhibida. Desde el Antiguo Egipto, pasando por las civilizaciones griega y romana, al Renacimiento -Venecia y Florencia eran las capitales de los perfumes-, hasta llegar a la perfumería comercial, que ya empezó en el S.XIX y cuyo imperio pasa a ser Francia, convirtiéndose en industria con la llegada al trono de Napoleón.
Recipientes de EGIPTO
Vidrios romanos
Esencieros del S.XIX
Una de las cosas que más me llamó la atención a nivel anecdótico, fueron unos pendientes, bastante grandes, de aro y con una especie de botafumeiro colgando, donde se metían algodones impregnados en perfume de manera que, al quedar a la altura del cuello, perfumaban toda la zona. Toda una estrategia!!! Además, me parecieron preciosos.
Así como las vasijas de perfume para la venta a granel de éste, al más estilo barril de vino de las tradicionales bodegas. Datan de 1920-1930.
Fue una gran visita, si no tanto para mi olfato, para mi imaginación, pues el paso del tiempo, con sus hechos, personajes y esencieros, te hacen sentir que cada uno de ellos tiene alma. El alma de quien lo creó, la historia de quien lo compró, y las pasiones de quien en su piel lo llevó.
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