¿Evolución o involución del lenguaje?

Me gustan los idiomas, unos más que otros pero todos con la función humana de comunicarnos, a través de la razón, verbalmente y por escrito: la facultad del lenguaje.

El latín clásico que imperaba en la Civilización Romana, antes de la era cristiana, derivó en un latín vulgar –hablado por el pueblo- y, ya en el siglo III, con la llegada de la Civilización Goda –también bárbara o germánica- lo fue transformando en lo que hoy llamamos español, francés, italiano, portugués y todas las lenguas romances. Asimismo, los godos dieron paso a las lenguas germánicas como el inglés, alemán, islandés, sueco, danés, etc. Y así sucesiva o anteriormente con el resto de civilizaciones, creando un planeta de miles de lenguas que, además, se nutren unas a las otras. ¡Eso es la hostia!, es cultura, ¡eso es evolución!
En los tiempos que corren de mensajes a través del móvil, de redes de internet y de tecnología en general, es evidente e irrefutable el desarrollo en este campo. Pero qué duda cabe en que está haciendo mella en la riqueza de la lengua escrita, sin desmerecer que también están creando escuela, fenómeno o, más correcto, jerga. ¡Eso es positivo! Por supuesto, sin atribuir toda la responsabilidad a los avances tecnológicos, pues ya existe desde hace años un mayor porcentaje de fracaso escolar y una sociedad que no incide en subsanarlo. El caso es que se pierden palabras, tildes y la armonía que caracterizan un idioma y que lo han enriquecido durante siglos, y eso, para mí, es involución.

Mi humilde cometido desde aquí, y con esta nueva etiqueta, es el de acercar el castellano y el catalán (en menor proporción), expresiones de otros argots, recuperar palabras en desuso, frases hechas y curiosidades que puedan surgir.